El cambio climático es uno de los desafíos más importantes a los que se enfrentan las industrias agrícolas en todo el mundo y la viticultura no es una excepción. Mendoza, conocida por su clima ideal para la producción de vinos de alta calidad, está siendo testigo de un aumento en las temperaturas promedio debido al cambio climático, lo que podría tener consecuencias significativas para la producción de vino en la región. En particular, las uvas de variedades tintas como Malbec, Bonarda y Syrah, que son emblemáticas de la región, pueden verse afectadas por estos cambios. Un reciente estudio realizado en Mendoza se centró en evaluar los efectos de un aumento simulado de las temperaturas en la fenología, fisiología y rendimiento de estos cultivares. El grupo de investigación está integrado Liliana E. Martinez, Leonor Deispor, Deolindo L. E. Domínguez pertenecientes a la Cátedra de Fisiología Vegetal, Facultad de Ciencias Agrarias, UNCUYO y al Grupo de Fisiología Vegetal y Microbiología, IBAM, CONICET-UNCUYO y Miguel A. Cirrincione perteneciente a la Cátedra de Fisiología Vegetal, FCA, UNCUYO.  A través de este ensayo de campo, se exploraron las consecuencias de las altas temperaturas sobre el ciclo de crecimiento de la vid y cómo estas alteraciones pueden afectar tanto la calidad como el rendimiento de las uvas. En las últimas décadas, el cambio climático ha provocado un aumento global en las temperaturas, con impactos negativos observados en diversas zonas agrícolas. Mendoza, ubicada en el centro de Argentina, es una de las regiones más afectadas por este fenómeno. Las temperaturas más altas pueden alterar el equilibrio natural de las estaciones, acelerando las etapas de desarrollo de las plantas y afectando la calidad de las uvas. El estudio realizado en Mendoza se llevó a cabo en un viñedo experimental con un sistema de calefacción del dosel para simular un aumento de la temperatura de 2 a 4°C. Este ensayo se realizó durante dos temporadas consecutivas (2019-2020 y 2020-2021), lo que permitió evaluar los efectos a largo plazo de las altas temperaturas sobre la vid. Se midieron diversas variables, como las etapas fenológicas (brotación, floración, cuajado de frutos, envero y cosecha), el crecimiento de los brotes, el número de brotes, la conductancia estomática, el contenido de clorofila, la fluorescencia de clorofila y el potencial hídrico. Cambios detectados Uno de los primeros efectos observados en las uvas fue el adelanto de las etapas fenológicas debido al aumento de la temperatura. En promedio, las etapas de brotación, floración, cuajado de frutos y envero se adelantaron en aproximadamente dos semanas. Este adelanto puede parecer positivo en términos de una cosecha más temprana, pero tiene implicaciones significativas para la calidad de las uvas. Al adelantar la maduración, las uvas pueden estar expuestas a temperaturas más altas durante la fase crítica de envero, lo que puede alterar la composición de la uva, afectando el equilibrio de azúcares y ácidos, dos factores esenciales para la calidad del vino. Los rendimientos de las vides también se vieron afectados por el aumento de las temperaturas. En ambas temporadas, las vides sometidas al tratamiento térmico presentaron menores rendimientos en comparación con las que no recibieron este tratamiento. Además, aunque la acidez total no se vio afectada, se observó una disminución de la acidez relativa y un aumento de los grados Brix (medida del azúcar), lo que sugiere que las uvas maduran más rápido, lo que puede generar un vino con un perfil sensorial distinto al tradicional. En términos fisiológicos, las vides expuestas a temperaturas más altas experimentaron un mayor estrés hídrico. Se observó que el potencial hídrico, tanto antes del amanecer como al mediodía, era significativamente más bajo en las vides tratadas con temperaturas más altas, lo que indica que las plantas estaban experimentando una mayor deshidratación. Este estrés hídrico puede afectar la salud general de la planta y la calidad de las bayas. La conductancia estomática (gs), que mide la apertura de los estomas y la transpiración, también se redujo en las vides expuestas a mayores temperaturas. Esta reducción indica que las vides estaban cerrando sus estomas para conservar agua, lo que a su vez puede limitar la fotosíntesis y la absorción de dióxido de carbono, afectando el crecimiento y la producción de la vid. Impactos en la uva y el vino Uno de los factores más relevantes en el estudio fue cómo el cambio climático afectó la composición de las uvas. Los cultivares Malbec, Bonarda y Syrah, todas ellas variedades de uvas tintas de alta calidad enológica reconocidas en Mendoza, mostraron un aumento de los grados Brix bajo condiciones de altas temperaturas. Esto significa que las uvas contenían más azúcar, lo que podría resultar en vinos con una mayor graduación alcohólica. Sin embargo, la aceleración de la maduración también condujo a una disminución en la acidez de las uvas, un cambio que podría alterar el equilibrio necesario para la producción de vinos bien estructurados y con buena capacidad de envejecimiento. La acidez es un factor clave en la calidad, ya que influye en el sabor, la frescura y la estabilidad del vino. La reducción de la acidez, junto con un aumento de los grados Brix, puede llevar a la producción de vinos más pesados y menos equilibrados. Además, los rendimientos reducidos debido al estrés por calor pueden significar una menor disponibilidad de uvas de alta calidad para la producción de vino. Sostenibilidad vitivinícola El aumento de las temperaturas no solo afecta la calidad de las uvas, sino también la viabilidad económica de la viticultura en Mendoza. Con la reducción de los rendimientos y el aumento de los costos asociados con el manejo del estrés hídrico y las temperaturas extremas, los productores se ven obligados a adaptarse rápidamente. Algunas estrategias de adaptación incluyen la gestión de la canopia, el ajuste de las prácticas de riego y la selección de variedades más resistentes al calor. La selección de variedades tolerantes al calor es una de las opciones más relevantes, ya que no todas las variedades de uvas responden de la misma manera a las altas temperaturas. El Bonarda, por ejemplo, fue la variedad que mostró mayor vulnerabilidad bajo el tratamiento térmico, con menores porcentajes de cuajado de frutos, lo que resultó en menores rendimientos. Estas diferencias entre cultivares subrayan la importancia de elegir variedades adecuadas para el futuro del sector. El cambio climático representa una amenaza creciente para la viticultura en Mendoza, con un aumento de las temperaturas que afecta tanto la fenología como la fisiología de las vides. Las temperaturas más altas aceleran el desarrollo de las uvas, reducen los rendimientos y alteran la composición de las bayas, lo que puede comprometer la calidad del vino. La adaptación será clave para enfrentar estos desafíos y los productores deberán adoptar nuevas estrategias de manejo del viñedo, como la selección de variedades más resistentes al calor y la optimización de las prácticas de riego. Aunque los impactos del cambio climático son complejos, una mejor comprensión de sus efectos permitirá a los viticultores de Mendoza tomar decisiones informadas para garantizar la sostenibilidad y la calidad de sus vinos en un futuro marcado por el calentamiento global.   Fuente https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/252037/CONICET_Digital_Nro.c0ab90ef-84e1-4d50-87ca-ae621945351b_B.pdf?sequence=2&isAllowed=y