Nuevas oportunidades en los mercados internacionales que vienen de la mano de restricciones comerciales entre grandes países de consumo (como EEUU y China) y exportadores relevantes como Francia y Australia, el boom exportador de graneles, y la recuperación de hábitos de consumo doméstico, reavivan las expectativas de crecimiento de la comercialización de vinos tanto en el mercado interno como en el externo. Estos posibles escenarios imponen preguntarnos si la producción primaria, la base de la industria, puede abastecer adecuadamente a esas expectativas de crecimiento. Una primera mirada a la superficie cultivada, muestra que desde el año 2014 disminuyó 5% (unas 11.250 hectáreas). Esta menor cantidad de hectáreas presenta, además, un menor rendimiento medio por hectárea que lleva a que las cosechas registradas en los últimos ocho años hayan sido, en promedio, 10% inferiores al promedio observado en la década 2002 – 2011 y donde además, los bajos precios recibidos por los productores primarios han impedido la reinversión en viñedos deteriorando su productividad. Por otra parte, la tendencia, ya observada desde hace años, a la migración de los cultivos hacia variedades de alta calidad enológica (básicamente tintas) y cuyo rendimiento por hectárea es inferior a las variedades sustituidas, resultan en producciones de uva inferiores (en el orden del 10%) en los últimos ocho años respecto a la década 2002/2011. La composición de la superficie cultivada tiene hoy proporciones de mayor calidad y lógicamente menor rendimiento. En el año 2002, el 65% de las hectáreas cultivadas correspondían a uvas de alta calidad enológica en tanto que el dato 2019 muestra que ese valor evolucionó hasta representar el 74% Por otra parte, las variedades de alta calidad enológica tuvieron también un cambio significativo, mostrando una especialización en las uvas tintas que representaban el 58% en el año 2002 contra una 72% en el año 2019. Tomando en consideración esta estructura de la producción primaria y las consideraciones realizadas respecto a la superficie y rendimientos, se puede determinar de manera teórica, que la cosecha equilibra la comercialización actual de vinos al mercado interno, mercado externo (graneles y fraccionados) y las exportaciones de jugo de uva concentrado. Este ejercicio nos lleva a una cosecha en el orden de los 25 millones de quintales destinados a elaboración de vinos y mostos, es decir prácticamente la cosecha 2019. Dicho en otros términos, sin tomar en consideración el stock de seguridad, los niveles de cosecha actuales se corresponden con los volúmenes comercializados actualmente, con lo cual, pensar en crecer requiere necesariamente de mayores productividades por hectárea. Estas mayores productividades deben venir de la mano de mejores precios que den al productor de uvas sustentabilidad en el tiempo, en particular a los pequeños productores con unidades productivas menores a 10 hectáreas (aproximadamente 12.500 pequeños productores) que representan el 75% del total y el 20% de la superficie cultivada. Estos mayores precios deben permitir reinversión en tecnología y reposición de viñedos de manera que salgan del círculo vicioso en el cual se encuentran actualmente que, de continuar, conducirá a una situación en la cual ya no podremos pensar en crecer en los mercados, simplemente porque la base de la industria tenderá a ser cada vez menor.