Así lo señala el último informe de la consultora internacional Rabobank. La caída de la producción parece ser consecuencia de una tendencia coyuntural relacionada a patrones climáticos mundiales, pero en parte también refleja una tendencia estructural en la inversión mundial en viñedos.

En conjunto, la producción de vino quedará muy por debajo de los niveles requeridos para satisfacer la demanda global de los consumidores y las necesidades estimadas para la fabricación de alcohol industrial, lo que conduce a una reducción significativa de los inventarios mundiales.

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Según Rabobank, puede sostenerse que en los últimos 10 años la producción de vino ha tendido a seguir de cerca los patrones del comportamiento de El Niño – Oscilación Sur (ENOS). Particularmente, los años en los que prevaleció La Niña (2007-2009 y 2010-2012) han tendido a producir cosechas pequeñas.

En 2016, los indicadores ENOS describen un fenómeno La Niña relativamente débil, pero sus impactos en la producción mundial de vino ciertamente encajan con este patrón histórico reciente. En el Hemisferio Sur, Australia y Nueva Zelanda se observaron cosechas más grandes, mientras que la producción cayó fuertemente en Chile, Argentina y Sudáfrica.

Cuando se combina con la cosecha de Estados Unidos, que se espera sea mayor que la cosecha del año anterior, pero no mayor que la media, la producción de vino de los principales países productores del Nuevo Mundo será inferior en un 10% al año anterior y al promedio de los últimos 3 años.

Más allá del Nuevo Mundo, también se prevé que la cosecha de vino caiga en los principales países productores de Europa, aunque no en el mismo grado.

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Posibles impactos en el corto y mediano plazo

A medida que la producción mundial de vino pierde ritmo en 2016, el lado de la demanda de la ecuación se mantiene relativamente intacto, especialmente para los vinos de mayor calidad.

El consumo en los mercados estadounidenses y canadienses continúa con una trayectoria ascendente constante, mientras que el mercado chino se ha recuperado fuertemente de su interrupción 2013-14, ahora clasificándose como uno de los principales mercados mundiales de importación de vino. Esta evolución será suficiente para contrarrestar un comportamiento mucho más indiferente en los mercados europeos, lo que se traduce en una importante reducción de las existencias mundiales de vinos y en la presión de los precios en muchos mercados.

Más allá de los efectos climáticos estacionales sobre la producción, hay una consideración más estructural que afecta la producción de vino. La inversión en el desarrollo de nuevos viñedos en muchos de los principales países exportadores de vino ha menguado en los últimos años.

Así, aunque es factible que los desequilibrios provocados estacionalmente se disiparán con el tiempo, es probable que los desequilibrios estructurales que se inicien en los próximos tres a cinco años sigan siendo un problema. Este es especialmente el caso en las regiones de mayor producción mundial que han experimentado un crecimiento de la demanda relativamente fuerte y donde la inversión futura también está limitada por la disponibilidad restringida de tierras adecuadas para el desarrollo.