Chile, nuestro vecino y más cercano competidor, acaba de cerrar un nuevo año de éxito comercial, tal como señalamos en nuestro último informe.

Las exportaciones de vinos chilenas crecieron 17% en volumen y 5% en valor en 2013 con respecto al año anterior, alcanzando los 885,2 millones de litros con una facturación de USD 1.896 millones.

Si se compara este resultado con el conseguido por Argentina, la brecha parece difícil de sortear: los 306 millones de litros que se vendieron en 2013 representan apenas un tercio del volumen chileno, mientras que la facturación obtenida de USD 866,7 millones alcanza menos de la mitad del par chileno.

En el presente informe haremos una somera comparación entre las estructuras de ambas industrias intentando encontrar respuestas a los diferentes desempeños.

Según los últimos datos disponibles, Chile cuenta con 125.946 ha[1] de variedades viníferas, más 7.465 ha de variedades pisqueras, que según el año, pueden también terminar en botellas de vino. Con una elaboración promedio de 11 millones de hl, y manteniendo existencias que se aproximan a media cosecha (5 millones de hl estimados a mayo de 2013) la oferta anual de vino chileno entonces ronda los 16 millones de hl.

Este volumen es sorprendentemente similar a la oferta argentina si se suman los 13,6 millones promedio de las últimas 5 cosechas con los 6 millones de stock que se estima pueden quedar antes de la liberación de la nueva cosecha. La diferencia fundamental entre estas dos industrias, es, indiscutiblemente, el país en que cada uno se encuentra.

La apertura comercial y el consumo interno de cada país

La industria vitivinícola chilena está inserta en una economía pequeña, lo que facilita la apertura comercial. Según el análisis realizado por Odepa, "la apertura comercial es un componente central de la política económica chilena, que demanda cambios de diferente naturaleza y envergadura. Por una parte, la reducción de las barreras arancelarias ha tendido a reducir el costo de importación de los productos que compiten con la producción nacional, en comparación con el que existiría en presencia de éstas.

Por otra parte, la liberalización tiende a abaratar los insumos importados para la producción de bienes exportables, los cuales también se han beneficiado de las ventajas obtenidas a través de negociaciones multilaterales y acuerdos comerciales bilaterales". La industria del vino ha sido una de las grandes beneficiadas por esta política de apertura comercial, generando una especialización en el cultivo de la vid en desmedro de otros productos (principalmente cultivos anuales, aunque también frutales).

La relativamente escasa población del país imposibilita la sustentabilidad de la industria, por lo que desde sus orígenes, se orientó hacia mercados externos, fuertemente apuntalados por la política nacional de acuerdos y tratados comerciales, tal es así, que en la actualidad se considera que Chile es uno de los países que más tratados comerciales tiene firmados en el mundo.

Por el contrario, Argentina es un país relativamente "grande" y, en consecuencia, más cerrado al comercio exterior. Su amplio mercado interno ha consumido históricamente la mayor parte del volumen de vinos disponible. Si bien la política externa ha variado notablemente a lo largo de los años, la realidad es que en ningún momento se accedió a acuerdos que se asemejaran a los conseguidos por el país vecino, y en consecuencia tampoco a las ventajas arancelarias e impositivas.

Es así que el consumo interno de vinos representa el 20% de la demanda que enfrentan los vinos chilenos, mientras que para Argentina ese porcentaje es del 77%.

El comercio exterior y la concentración empresaria

Esta especialización en el comercio exterior también trae aparejadas importantes diferencias en la estructura productiva.

La cadena vitivinícola chilena se caracteriza por una importante concentración vertical y horizontal, con respecto a su par argentina. La superficie implantada con vid está repartida entre 12.190 propiedades, de las cuales 9.348 corresponden a variedades viníferas. El tamaño promedio de estas últimas es de 13,5 ha, valor sensiblemente superior a las 8,8 ha promedio de la Argentina.

La gran mayoría de las bodegas chilenas están integradas verticalmente, es decir que se autoabastecen parcialmente de materia prima. Este porcentaje de aprovisionamiento aumenta a medida que lo hace el segmento de precio a que aspira el vino elaborado. En el mercado interno, el liderazgo de las grandes bodegas es indiscutido: solo 4 empresas proveen el 70% del mercado, pero, como mencionamos con anterioridad, no es este el foco del negocio, sino los mercados externos.

En 2013 fueron 347 las bodegas chilenas exportadoras, es decir que si simuláramos una distribución uniforme de las ventas, cada bodega habría vendido 2,55 millones de litros. Pero si agrupamos las bodegas en grupos económicos, se reduce el número a 314 (Concha y Toro cuenta con 10 bodegas).

En el caso argentino, las bodegas que vendieron al exterior en este último año fueron 460 (442 si consideramos grupos económicos), y haciendo el mismo cálculo teórico, es como si cada bodega hubiera vendido 0,66 millones de litros.

Yendo a números reales, la empresa líder en exportaciones chilenas (Concha y Toro) cuenta con el 25% promedio del volumen exportado, y si extendemos a las primeras 10 empresas acumulan el 60% del volumen total. Una tendencia a la baja de la participación de la empresa líder ha repercutido en un aumento en las 9 restantes del IC10 (que pasó del 34% al 38%).

[caption id="attachment_2627" align="alignnone" width="640"]Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de Caucasia WineThinking. Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de Caucasia Wine Thinking.[/caption]



[caption id="attachment_2628" align="alignnone" width="640"]Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de Caucasia Wine Thinking. Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de Caucasia Wine Thinking.[/caption]

Para Argentina, la concentración en la empresa líder es mucho mayor (Grupo Peñaflor, tuvo una participación de casi 30% en 2013) e incrementándose, aunque luego de esta posición la participación de cada empresa se reduce drásticamente. Podríamos hablar entonces de una industria con un proceso de concentración relativo, reducido a una empresa líder y múltiples seguidoras.

Otro aspecto a considerar es la composición de las exportaciones: Si bien históricamente Chile se ha especializado en las exportaciones de vinos embotellados (especialmente tintos), los requerimientos de mercado han ido transformando esta composición hasta que en 2013, aproximadamente, la mitad del volumen salió embotellado, y la otra mitad a granel. Considerando que la estructura productiva chilena no ha sufrido mayores cambios cualitativos, y que no se trata de una estructura excedentaria tampoco, puede deducirse que está vendiendo a granel el vino que con anterioridad vendía en botella. Este fenómeno no es exclusivo a Chile, ya que en informes anteriores hemos relatado la misma situación para Argentina, y para el mercado global en general.

Los precios de cada país

El precio promedio al que Chile vende el vino embotellado es de USD 3,33 por litro, y este valor ha crecido 20% desde 2005, por su parte el vino a granel en promedio consiguió USD 0,87 (con un crecimiento total del 15% en el mismo periodo).

Argentina en 2013 retomó participación sobre el vino embotellado, con lo que la composición quedó en 58% botella y 35% granel. El precio promedio que consiguió por estos productos fue superior al conseguido por el par chileno: USD 4,17 y USD 0,83 para cada uno. La tendencia es marcadamente al alza (78% de crecimiento para la botella y 128% para el granel en el periodo de análisis).

Influyendo en esta estructura de precios se encuentran no sólo los acuerdos comerciales ya comentados, ni la estructura productiva, sino variables macroeconómicas de cada país.

Podríamos afirmar que tanto el peso chileno como el peso argentino están atravesando un largo periodo de depreciación de sus monedas frente a las de los principales compradores, en otras palabras, el vino chileno y argentino son cada vez más baratos para sus compradores.

Sin embargo el ritmo y la composición de esta depreciación son muy distintos para cada uno:

A-Ch-3

A-Ch-4

La depreciación nominal del peso argentino ha sido mucho más marcada que la de su par chileno, (46% contra 5% en el caso del dólar americano en los últimos dos años), pero de ninguna manera implica que se haya trasladado a una ganancia en competitividad. El proceso inflacionario de nuestro país ha ido minando el tipo de cambio real, licuando el "abaratamiento" producido por el tipo de cambio a través del "encarecimiento" de costos internos. De este modo, podemos considerar que Argentina no ha tenido beneficios con respecto a Chile por la depreciación de su moneda, hasta fines de 2013.

Los mercados de cada uno

Una cuestión central a la estrategia comercial de los sectores vitivinícolas son sus mercados focos: adonde apuntar sus esfuerzos y recursos para colocar sus productos.

En la actualidad, Chile llega a 143 mercados, mientras que Argentina lo hace a 122. Esta similitud sin embargo se acaba al mirar la evolución: Chile incrementa año a año este número, mientras que Argentina en los últimos 5 años se ha mantenido promediando el mismo valor.

Si analizamos cómo están geográficamente distribuidas las ventas de vinos, vemos que los despachos chilenos están mucho más equitativamente diseminados entre varios mercados importantes (Estados Unidos, Reino Unido, China, Alemania y Japón cuentan entre los principales). La tendencia ha sido la de descomprimir los esfuerzos en un gran mercado (como podría haber sido Reino Unido para ellos) y derivar recursos al desarrollo de nuevos mercados, como es el caso de China, donde Chile fue uno de los países pioneros en embarcarse.

Argentina ha tomado el rumbo contrario de la mano de la fuerte especialización en el mercado de Estados Unidos: en los últimos 8 años pasó de contar con el 18% del volumen al 47% máximo que alcanzó en 2012. En 2013 está participación bajó al 42% debido a la retracción de las compras norteamericanas, que provocó una caída global en los volúmenes exportados de Argentina.

A-Ch-5

En el gráfico anterior se puede apreciar la trayectoria de participación del destino líder para cada país, y la participación de los primeros 5 y los primeros 10. En el caso argentino, la estabilidad de participación de los 10 primeros sólo puede explicarse por la pérdida de participación de los 9 restantes, la cual fue completamente transferida al líder.

Mientras que, en el caso chileno, el comportamiento es estable en las 3 medidas, lo cual es coherente con su estrategia de diversificación.

En conclusión, Argentina y Chile son fuertes competidores en mercados similares, con productos similares. Sin embargo la estructura productiva, y el ambiente de negocios y macroeconómico es fundamentalmente diferente. El éxito relativo del país vecino respecto al nuestro debería darnos pautas sobre lecciones a aprender. Sin embargo, existen diferencias intrínsecas en ambos sectores que generan la mayor brecha: la composición social, la historia vitivinícola y la defensa de diferentes valores previene a ambas industrias de tomar estrategias similares para alcanzar el éxito.

 

Notas: IC = Indicador de Concentración. El número que lo acompaña indica el número de observaciones que comprende el indicador. Por ejemplo, IC5 empresarial: participación acumulada de las 5 principales empresas.

Fuentes: Observatorio Vitivinícola Argentino, Caucasia Wine Thinking, Instituto Nacional de Vitivinicultura, Odepa, SAG, Universidad Católica de Chile.









[1] SAG 2011